
¡ Es cerebral, no es personal !. Este mantra se lo escuché a una colega y resume perfectamente lo que vengo a contar en este artículo…… y lo que muchos padres me escuchan en consulta cuando se quejan de las conductas de sus hijos adolescentes.
Por ello he decidido hablar un poco sobre el desarrollo del cerebro y la etapa de maduración que corresponde a este periodo de la vida de nuestros hijos que tan de cabeza nos trae.
Cuando hablamos de adolescencia, hacemos referencia a un proceso de maduración biopsicosocial. Se trata por tanto de un fenómeno complejo que junto a los cambios fisiológicos propios de la pubertad, incluye cambios psicológicos y sociales a los que, para hacerlo si cabe más enredado, se unen los cambios propios de la maduración del cerebro. Una suma de modificaciones que, por si fuera poco, no guardan entre sí sincronía temporal. Es decir, cada una de esas transformaciones sigue su propio ritmo sin entender al de los otros cambios. Se trata pues de una gran orquesta sin dirección.
Es complicado situar el inicio de la adolescencia, pero os voy a contar una frase que le escuché a un pediatra que, aunque sea algo estereotipada, no está exento de razón. Según él, el comienzo de la adolescencia se sitúa en el momento en el que “el menor no quiere usar zapatos y empieza a calzarse zapatillas, y su final, en el momento en el que vuelve a ponerse los zapatos”.
En cualquier caso, para poder intentar situar la adolescencia desde un punto de vista cronológico podemos decir que se trata de un periodo vital de unos ocho años de duración que, a su vez, se puede dividir en tres etapas:
– la primera adolescencia: etapa entre los 12 y los 14 años en la que se produce la mayor parte de los cambios físicos y biológicos, que se mantendrán durante toda la adolescencia.
– la adolescencia media: etapa entre los 15 y los 17 años en la que los cambios de estado de ánimo y emocionales adquieren una mayor intensidad y frecuencia.
– la adolescencia tardía: desde los 18 a los 20 años, cuando se incrementa la implicación de conductas peligrosas tales como el consumo de drogas, la conducción temeraria o las conductas sexuales de riesgo.
Pero el problema es que esta definición temporal, al no ser lineal ni homogénea, hace que nos encontremos con una inusitada variedad tanto en los tiempos como en las diferentes culturas, incluso dentro de una misma sociedad. Por eso yo prefiero abogar por una de limitación funcional de la adolescencia más que cronológica ya que, por un lado, mi experiencia me dice que, con mucha frecuencia, encontramos comportamientos típicamente adolescentes en menores de 12 años o en mayores de 20, algo con lo que, me atrevo a asegurar, se encuentran muchas familias.
Dicho todo esto, si la adolescencia es sinónimo de cambio y se relaciona con la maduración, como se organiza y como madura el cerebro se convierte en algo de vital importancia para comprender esta época de transformación por la que están transitando los jóvenes.
Para poder entendernos, y sin querer entrar en profundidad en el tema del desarrollo del cerebro ni de las estructuras cerebrales creo que uno mínima de información será necesaria para poder seguir entendiendo este artículo. Voy a tratar de explicar cómo está organizado nuestro ordenador central y cuáles son las partes más importantes que lo conforman.
No intento dar una tediosa lección de anatomía, sino simplemente una visión más específica de este órgano con el objetivo de ayudarnos a comprender su importancia e implicación en lo que explicaremos después.
Cuando observamos un cerebro , vemos que está formado por dos partes aparentemente iguales: los dos hemisferios, el izquierdo y el derecho, que aunque tengan una apariencia similar, se encargan de funciones bien diferenciadas. Ambos hemisferios se conectan a través de un gran canal de comunicación, el denominado cuerpo calloso, una especie de supervía cuya función principal es integrar y articular la información que se produce en ambos hemisferios. Básicamente para que la mano derecha sepa lo que ha hecho la mano izquierda, y viceversa.
Para empezar a entender esas diferencias en las funciones de cada uno de ellos, debemos decir que los hemisferios controlan nuestro cuerpo de forma contralateral. Es decir, el hemisferio izquierdo regula lo que sucede en la parte derecha del cuerpo y el hemisferio derecho se encarga de la movilidad y la sensibilidad del hemicuerpo izquierdo, o sea, de nuestro brazo y pierna izquierdos, así como de la parte izquierda del torso.
Claro que, además de la movilidad y la sensibilidad, nuestro cerebro se encarga de muchas más funciones que no están repartidas ni siguen ese mismo patrón. Pongamos un ejemplo: el aprendizaje.
Siguiendo con esta brevísima introducción al cerebro de un adolescente, desde el punto de vista anatómico hay que decir, que se trata de un órgano complejo y clasificable de muchas maneras.
Una forma clásica de estructurarlo sería por lóbulos o regiones, una división sencilla que nos permite aproximarnos a una mejor localización de las funciones y que, aunque no haga justicia a su maravillosa complejidad, también nos ayuda entenderlo cada vez mejor. Pues bien, según esta estructuración clásica nos encontraremos con la siguiente regiones del cerebro:
– El lóbulo frontal: podríamos decir que es la parte más humana del cerebro. En esta región, situada en la parte anterior del cerebro, donde tenemos nuestra frente, entre otras funciones se encuentra la búsqueda de soluciones para la resolución de problemas, la capacidad creativa y el pensamiento abstracto, y la atención o la regulación de nuestras conductas. De ahí que, como decía, sea la parte que nos hace humanos, la que nos dota de personalidad.
Se trata de una región importantísima ya que, además de ayudarnos a pensar y planificar nuestros actos, tiene la función de regular puede servir de freno a otras funciones de nuestro cerebro en las que hablaremos más adelante.
–El lóbulo parietal: se trata del segmento del cerebro que controla el cuerpo tanto sus aspectos motores como las percepciones, además de ser responsable de nuestra capacidad de orientación y del pensamiento matemático. En esta región, situada en la parte media lateral de la cabeza, se conectan la corteza motora y la corteza sensorial.
–El lóbulo temporal: localizado aproximadamente detrás de cada sien es la parte de nuestro cerebro responsable del uso del lenguaje y, por tanto, de nuestra capacidad de escuchar, de comprender lo que nos dicen y de hablar.
Además, el lóbulo temporal tiene un importante papel en el desarrollo de la capacidad de nuestra memoria.
–El lóbulo occipital: localizado en la parte posterior del cerebro, principalmente está dedicado al control de la vista y a las acciones relacionadas con esta, como podría ser la lectura. Es decir, ahora mismo, tu lóbulo occipital se encuentra en pleno rendimiento.
EL CEREBRO Y LAS EMOCIONES
Una vez resumidas algunas de las principales partes que lo componen, para una mejor comprensión del cerebro de un adolescente debemos centrarnos en el sistema encargado de regular las emociones : el sistema límbico. Se trata de un entramado complejo cuya función clave es integrar las emociones y dirigir los instintos (algo que no se va hacer de manera racional, especialmente si hablamos de un cerebro adolescente). Además también se encarga de la realización de nuestros recuerdos, es decir, de la memoria emocional.
El sistema límbico está formado por diferentes estructuras las cuales tienen algunas de sus funciones íntimamente relacionadas entre sí.
Veámoslas:
– El hipotálamo: Aunque no es más grande que una canica, juega un papel decisivo en nuestra supervivencia, ya que es el encargado de poner en marcha y regular acciones tan importantes para nuestra vida como el control de la tensión arterial, la temperatura del cuerpo o la tensión de los músculos. El hipotálamo está constantemente recibiendo información del cuerpo y mandando las órdenes necesarias para mantener nuestro equilibrio interno (u homeostasis). Además, también es el protagonista principal en el control del sueño, el hambre y la sed, incluso de nuestros impulsos sexuales.
El hipotálamo es tambien clave en la regulación de nuestro estado de ánimo, aunque el principal protagonista en este campo recae en otra región del sistema límbico: la amígdala.
– La amígdala: La función más relevante de la amígdala es la conexión de las emociones con el resto del cerebro, tanto de las conductas relacionadas con las emociones, como con la memoria emocional. De este modo, la amígdala integra emociones como el miedo, la alegría, la tristeza o la sorpresa, entre otras, con la respuestas que emitimos ante esas mismas emociones. Tras sentir una emoción, primero la amígdala activa nuestras reacciones fisiológicas, y después ofrece esa información al lóbulo frontal, más concretamente a la zona prefrontal, para que las analice y tome la mejor decisión con respecto a esas emociones. Durante la adolescencia, se produce un desequilibrio entre el análisis y la toma decisiones, ya que prima más lo emocional que lo racional. Una realidad que muchos padres conocen de primera mano, ya que vivimos esa exacerbada sensibilidad emocional de nuestros hijos adolescentes.
Desde el punto de vista evolutivo, la amígdala ha sido y sigue siendo clave para nuestra propia supervivencia, ya que nos prepara para reaccionar ante posibles amenazas.
Si un perro nos ladra, la amígdala avísa al hipocampo de la necesidad de actuar.Y esto, cuando nos teníamos que enfrentar a un tigre con dientes de sable o salíamos a cazar mamuts era toda una ventaja. En nuestros días, sin embargo, aunque no salimos de caza, ni nos jugamos el pellejo frente a las potenciales amenazas de este tipo, puede ser que, sobre todo si eres adolescente, algo tan cotidiano como llegar tarde un examen haga reaccionar a nuestro cerebro del mismo modo que cuando antaño un dientes de sable nos elegía como parte de su menú del día.
De esta manera, la amígdala nos ayuda a reaccionar y, por decirlo de un modo sencillo, a ponernos en situación de alerta para enfrentarnos a cualquier cosa, ya sea un examen o el ataque de un perro, pero sin diferenciar, solo en clave lucha-huye. Es crucial que la detección de esa potencial amenaza sea inmediata, pero también que esa información llegue a la parte del cerebro que la analiza y la procesa, la corteza prefrontal. Con respecto a la amígdala, también es importante destacar que juega un papel determinante en la memoria emocional, ya que es mucho más fácil acordaros de experiencias vividas que están vinculadas con emociones que de otras que, desde un punto de vista emocional, han sido neutras.
– El hipocampo: Entre las funciones del hipocampo destaca la memoria y el aprendizaje y, de manera más específica, la transformación de la memoria a corto plazo en recuerdos a largo plazo. Como podrás imaginar, esta conversión resulta clave en el aprendizaje. Además, el hipocampo también es determinante tanto en la generación como la recuperación de recuerdos. Se podría decir que el hipocampo actúa como el Google del cerebro, como un buscador de recuerdos que activa otras muchas regiones del cerebro, como si fuera un motor de búsqueda que sabe donde están guardados esos recuerdos, esos archivos o libros de memoria.
Aunque dicho de una manera muy resumida , el desarrollo del cerebro se produce en tres direcciones ( al mismo tiempo) : de la zona posterior( occipital ) hacia la anterior ( frontal ); del hemisferio derecho hacia el izquierdo; y de abajo a arriba ( desde el tronco cerebral y el sistema límbico) hacia el neocortex .
Por tanto la parte del cerebro plenamente desarrollada en nuestros adolescentes es la emocional. Saber esto nos ayudará a entender esa intensidad y desborde emocional que sienten nuestros hijos adolescentes.
EL TAMAÑO NO IMPORTA
Cuando hablamos del cerebro, la verdad es que esta frase no es del todo cierta, ya que desde un punto de vista evolutivo la clave de que nosotros, los homo sapiens, hayamos adquirido nuestras extraordinarias capacidades mentales radica, en buena parte, en el tamaño de nuestro cerebro. Sin embargo, y a pesar de lo dicho, lo cierto es que hoy sabemos que lo más importante para tener, un digamos, cerebro excelente no es tanto que tenga un buen tamaño como que disponga de una buena organización y de una excelente comunicación entre las distintas regiones que la forman.
Es lo que hoy conocemos como Conectoma, el mapa del cerebro que se crea al generar las interconexiones que son y serán la base de un correcto ( o también defectuoso) funcionamiento. Sería lo que he escuchado a otros profesionales de la educación llamar” el pegamento cerebral” entre las distintas estructuras, en este caso centrándonos en que que se produce entre nuestro sistema límbico o cerebro emocional y nuestro nuestra corteza prefrontal o nuestro cerebro pensante.( nuestro motor y nuestro freno)
Y precisamente en esta parte nos centramos ya que explica muchas de las conductas y comportamientos de nuestros niños adolescentes.
Durante nuestros primeros años de vida, la principal característica del cerebro es que se encuentra en pleno crecimiento, entendido como algo predominantemente físico: crece en tamaño y va sumando neuronas y axones, a veces sin una estructura aparentemente lógica. Es decir, en un primer momento crece en tamaño para, más tarde, poder trabajar en su organización.
A medida que crece, nuestro cerebro se va moldeando, un proceso que implica tanto el establecimiento de millones de conexiones cerebrales nuevas como la modificación o la eliminación de otras, en función de las diferentes interacciones con su entorno y del uso que se le esté dando a esta estructura. Como reflejo de su enorme capacidad para aprender, potenciará aquello que use o necesite y eliminará lo que no le aporte valor.
Así, a partir de esta premisa, podríamos decir que el aprendizaje será uno de los cinceles que va a ir esculpiendo el bloque de piedra de nuestro cerebro.
De esta forma, y gracias a esa increíble característica que es aprender de sí mismo, durante la infancia tenemos la capacidad de aprender a gran velocidad, hasta llegar a la adolescencia .
En esta nueva etapa, en cierto modo se ralentiza el crecimiento más físico, pero no su potencial y la capacidad de aprender.
Se trata de un periodo vital en el que la posibilidad de aprender crece de manera exponencial, gracias a los pilares que se generaron durante la infancia. Por eso los psicólogos y educadores es comentamos a los padres que la adolescencia es una gran segunda oportunidad.
En consecuencia, podemos afirmar que las mayores modificaciones cerebrales se producen en el periodo que va desde nuestro nacimiento hasta, más o menos, los veintitantos años. A partir de aquí, tanto la velocidad como la capacidad de aprendizaje y la plasticidad cerebral decaen. Pero no te alarmes, esto no significa que nuestra capacidad de aprender desaparezca, sino simplemente que nos va a costar un poco más.
A lo largo de la mayor parte de nuestra vida continuamos teniendo una enorme capacidad para aprender aunque, por así decirlo, con menos potencia en el motor. Pues bien, la adolescencia es una etapa clave en nuestro aprendizaje.
Es decir, el adolescente se encuentra en un periodo de suma importancia tanto para explotar su capacidad de aprender, como para recibir los estímulos y los aprendizajes que moldearán el cerebro del adulto en el que irremediablemente se van a convertir.
Claro que, y esto es importante recalcarlo para ponernos en su lugar, el cerebro de los adolescentes tienen una serie de características un tanto especiales. Vamos a explicarlas:
Durante la infancia, el cerebro se ha ido desarrollando de manera gradual, y al final de esta etapa se encuentra próxima a su tamaño máximo.
A partir de ahí, cuando se abre la puerta a la adolescencia, el cerebro está prácticamente formado, a falta de una última pero importantísima fase en nuestro desarrollo: la maduración cerebral.
Con esta maduración del cerebro también sufre cambios estructurales.
Parte de la materia gris ( formada por los cuerpos neuronales ) que no se utiliza de nuestro cerebro es seleccionada y eliminada, y se potencia la sustancia blanca ( formada por los axones de las neuronas que son los que conectan unas partes cerebrales con otras). Es lo que se denomina poda neuronal, momento en el que se elimina lo que no se utiliza y se fortalece lo que es más relevante, como un jardinero en el jardín de una casa que poda las sinapsis inútiles al tiempo que cuida las flores.
Como he mencionado anteriormente, este proceso de maduración se produce con una secuencia posterioanterior, es decir: empieza por las áreas que van desde la región occipital ( en la nuca ) hacia la regiones frontales ( en la frente ). La corteza visual ( situada en la región occipital ) es de las primeras en madurar y lo va a hacer durante la infancia.
Entre todas las áreas inmersas en este complejo proceso de maduración, la última en madurar y consolidarse va a ser la corteza prefrontal.
Entonces, si como nos demuestran los últimos avances en el estudio del cerebro es en esa área donde calibramos los riesgos, controlamos nuestros impulsos, establecemos juicios y tomamos decisiones, podemos concluir que para los adolescentes medir esos riesgos, ejercer control sobre sus impulsos, formarse un juicio equilibrado respecto a cualquier tema o tomar las decisiones correctas frente a cualquier dilema o situación de su vida diaria se convierte en algo ( como ellos y los mayores sufrimos ) verdaderamente complicado. Lo que para nosotros debería ser algo normal, habitual y casi innato a nuestra condición de adultos, para ellos, cuyo cerebro está en plena maduración y cuyas estructuras y sobre todo conexiones cerebrales están consolidándose, se convierte en algo confuso, inusual y, podríamos afirmar, esencial debido a su condición de adolescentes. Ahora, una vez comprendido esto, ¿ eres capaz de ponerse en la piel de un adolescente para entenderle un poco mejor ?
Aunque ella o él apenas sean capaces de mostrar esa misma empatía hacia usted precisamente por tener un cerebro en plena maduración, si la respuesta es sí, estarás y estaremos en el camino correcto para entenderlos mejor.
Después de todo lo leído, podemos decir que los adolescentes van a tener la parte emocional de su cerebro mucho más dispuesta a la acción que la parte prefrontal, que les debería permitir regular mejor las emociones y modular su conducta, dándole un toque de racionalidad a sus comportamientos.
Esto nos ofrece una explicación de porque en la adolescencia se producen esos cambios tan bruscos de conducta y tienen un carácter tan intenso.
La responsabilidad nuestra cómo adultos es , lo primero, no tomarse como personal muchas de sus conductas y después actuar como su corteza prefrontal.
Y es que, como escribió Shakespeare: <<la juventud, aún cuando nadie la combata, halla en sí misma su propio enemigo>>. O dicho de otra forma, en los adolescentes, esa región prefrontal, encargada de planificar las acciones y anticipar las consecuencias, ni está ni se la espera. De este modo, el control de los comportamientos queda en manos de la parte más emocional, instintiva e impulsiva del cerebro
Pero he dicho todo esto, debemos de sacar el lado positivo y ser conscientes de que la adolescencia es un periodo de máxima adaptabilidad del cerebro, lo que supone una grandísima oportunidad para el aprendizaje, para la creatividad y para la definición de nuevas habilidades. Claro que al mismo tiempo debemos ser conscientes (ya que ellos no lo son) de que los adolescentes suelen tener un bajo control de los impulsos, lo que unido a la baja conciencia de sí mismos hace que se sientan atraídos por las novedades de forma constante.
No hay duda de que durante nuestras vidas no existe momento más relevante para el cerebro que la adolescencia. Todo aquello que seamos capaces de sembrar durante este intenso periodo perdurará; y todo aquello que no se realice durante la adolescencia, aunque sea posible realizarlo, resultará mucho más difícil y costoso hacerlo después.
Ahora ya sabemos que aunque la adolescente parezca un adulto, no lo es. Su cerebro dista de estar maduro, le puede lo emocional, está inundado de hormonas, lo que unido a una corteza prefrontal aún inmadura, le dificulta tomar decisiones, si no correctas, al menos racionales.
Quizás ya no lo recuerdes, pero un día fuiste un adolescente. Lo que no te aconsejo es que utilices esta experiencia como su Marco de referencia, ya que el contexto ha cambiado mucho, y como he querido destacar en este artículo, la neurobiología juega un papel crucial en la maduración del cerebro.
Eso sí, esto no te resta un ápice de protagonismo como vector modulador del ambiente. Tienes la oportunidad de ejercer un liderazgo en el desarrollo de tu adolescente, de ser un influencer en su vida. Pero eso requiere esfuerzo, compromiso y unas dosis infinitas de paciencia. Ya sabemos por qué son más emocionales que racionales, y como su amígdala fácilmente silencia a su inmadura corteza prefrontal, con lo que les cuesta planificar o anticipar las consecuencias de sus actos.
Si queremos ayudarle a controlar este punto, debemos empezar por ejercer nosotros mismos ese control. Tratar de regular nuestras emociones muchas veces pasa por saber parar, respirar y pensar, antes de contestar. Vamos a apagar nuestra amígdala, para que ellos aprendan a controlar la suya.
Sonia Arias de Toro