
Afrontar el fallecimiento de un ser querido siempre es difícil y si además debemos acompañar, en este momento de duelo, a un niño o adolescente , se hace aún más complejo.
Durante mucho tiempo se pensó que los niños y niñas no eran capaces de comprender estas situaciones por lo que eran excluidos de los procesos y rituales entorno a la muerte, provocando con ello confusión en los pequeños.
Hoy sabemos que son capaces de comprender, en función de su momento evolutivo y cómo podemos acompañarles para que puedan elaborar su propio proceso de duelo.
Para ello se deben comprender una serie de aspectos relacionados con la muerte:
a) La muerte es un proceso irreversible: el niño debe comprender que no se trata de una situación temporal. La muerte no es algo que pueda dar marcha atrás y no vamos a ver más a nuestro ser querido. No debemos utilizar metáforas como ” se fue ” ” se ha dormido para siempre “.
b) Universalidad: Todos los seres vivos mueren.
Para evitar que el niño sienta angustia por este hecho debemos usar la postergación, diciéndoles cosas como ” cuando una persona es muy muy viejita o está muy muy enferma….., “es decir que entienda el concepto de universalidad pero que esto va a pasar dentro de mucho, mucho tiempo.
c) Las funciones biológicas se acaban: deben de entender que cuando una persona fallece su cuerpo deja de funcionar . Evitar frases como ” el abuelo lo ve todo “. Deben de entender que la persona siempre estará en nuestra memoria y en nuestro corazón.
d) Toda muerte tiene una causa: las causas son físicas y hay que explicarlas de manera sincera y sencilla. Así evitaremos que puedan surgir en el niño ideas como ” se ha muerto por mi culpa, porque estaba enfadado conmigo “. El egocentrismo es una característica infantil dentro de los estados evolutivos del niño.
Quien, como, dónde y cuando se ha de comunicar la noticia.
Es importante que la noticia sea comunicada por la persona más cercana afectivamente. Si el referente principal está muy afectado emocionalmente y no se siente capaz, pasa a la siguiente persona más cercana, explicándole que la otra persona no podía hacerlo. Aquí lo importante es el lazo afectivo, no el grado de parentesco con el niño.
La noticia se debe comunicar lo antes posible. Los niños, niñas y adolescentes son perfectamente capaces de darse cuenta de que algo está pasando. Retrasar la noticia puede llevarles a pensar que se les trataba de ocultar o que se les estaba mintiendo. También puede ocurrir que se enteren por una tercera persona y esto les puede generar molestias y desconfianza.
La noticia debe comunicarse en un lugar íntimo, donde la persona pueda expresarse como necesite. El tono de voz debe de ser calmado, ofreciendo un contacto físico ( abrazos, coger de la mano…) adaptándonos a lo que la persona necesite.
La información debe darse de manera gradual, con lenguaje claro, concreto y sin usar metáforas. Debemos decir que el resto de las personas adultas estamos allí para protegerles y cuidarles, y así intentar minimizar el sentimiento de abandono que pueden estar sintiendo.
Contestamos a las preguntas de forma clara y sincera y sin aportar más información de la necesaria en cada etapa ni más información de lo que nos vaya demandando a cada momento. Validaremos la expresión emocional y solo protegeremos a niños y niñas y adolescentes de emociones demasiado intensas. La expresión emocional es imprescindible y se puede hacer de diferentes maneras (hablando, a través del juego simbólico, dibujando, preparando una despedida simbólica…)
Hay que incluirles en los rituales de duelo que se realicen según la edad.
Es habitual que, los niños y niñas resuelvan el duelo de manera más rápida
El proceso de duelo de los 3 a los 5 años
En este periodo es necesario que el lenguaje sea lo más claro y concreto posible porque están en el periodo del “pensamiento mágico” y en su imaginación todo es posible.
Cualquier explicación que les demos la interpretarán de manera literal. Por esta razón, utilizar metáforas o palabras ambiguas, puede complicar la comprensión de lo ocurrido, así como las explicaciones con excesiva complejidad científica o espiritual, pueden generar más confusión que ayuda.
Es importante responder con sinceridad a las preguntas para que no sientan confusión que aumente sus miedos. Si no sabemos responder podemos decir: “Lo consultaré y te contestaré” o “No puedo contestarte a eso porque no lo sé”.
En estos momentos no comprenden la universalidad de la muerte, la irreversibilidad, ni el fin de las funciones vitales, por lo que es necesario explicarles:
1. Que todos los seres vivos mueren (podemos ilustrar esto con algún ejemplo de la naturaleza) y explicar que, en las personas, lo normal es que esto ocurra cuando seamos “muy, muy mayores”, o en caso de enfermedad “cuando la persona está muy, muy enferma”. Es importante recalcar el “muy” para que no piense que si “se hace mayor”, “su mamá es mayor” o “si alguien enferma” se puede morir.
2. Que cuando una persona muere ya no la veremos más, pero que podemos recordar todo lo vivido con ella.
3. Que la muerte significa que ya no se siente nada (enfado, frío, hambre…). Esta explicación les protege de un posible pensamiento de que la persona fallecida puede estar sufriendo o necesitar algo y no poder pedirlo.
La respuesta de las criaturas al fallecimiento de un ser querido pueden ser variadas, pueden aparecer regresiones (dejar de controlar esfínteres,…) y expresiones emocionales intensas que deberemos acompañar, aceptando sus emociones (limitando conductas si son dañinas) y ofreciendo seguridad y cariño.
El proceso de duelo de los 6 a los 10 años
Es en esta etapa, cuando niños y niñas pueden comprender que la muerte es para siempre (irreversabilidad), que todos los seres vivos mueren (universalidad) y que las funciones vitales cesan, esto ocurre en diferentes momentos de la etapa según el niño o la niña.
Si es posible, hay que prepararles para lo que va a ocurrir, continua siendo necesario utilizar un lenguaje adaptado a su comprensión, explicarles las causas de la muerte y responder sinceramente, atendiendo a sus dudas, curiosidad y preocupaciones y evitar el uso de metáforas.
La mayoría de especialistas coinciden en que es a partirde los 6 años, cuando pueden participar en los ritos funerarios y de despedida. Debemos preguntarles si quieren participar en estos ritos y, si es así, tenemos que anticipar todo lo que allí va a ocurrir y el clima emocional que se va a encontrar, además de asegurarnos de que no va a haber una exposición a reacciones emocionales desmesuradas (por intensidad o por contenido). Es necesario que una persona adulta acompañe al niño o la niña en todo momento.
En estos momentos de confinamiento, que los rituales están limitados, podemos ofrecerle la oportunidad de participar en encuentros por plataformas virtuales con el resto de familiares, si estos se van a realizar.
La expresión emocional es siempre imprescindible. Las personas adultas podemos expresar nuestras propias emociones también, explicando que son normales y que expresar las emociones ayuda a que estas pasen.
A partir de los 9 o 10 años, es conveniente que el niño o niña opine en los aspectos que pueda de los homenajes de la persona fallecida, que forme parte activa si quiere y si tiene ganas.
En esta etapa, las respuesta al fallecimiento de un ser querido son variadas, pueden aparecer regresiones (no querer dormir solos…), quejas físicas (dolor de cabeza, de estómago…), conductas agresivas, problemas de concentración, miedos, mostrarse retraídos o sumamente apegados y dependientes. Buscaremos ayuda profesional si los síntomas se prolongan en el tiempo.
Es habitual que manifiesten confusión con los conceptos hasta que los comprenden, preocupación por otras muertes, curiosidad sobre la muerte, preguntas recurrentes, etc.
El proceso de duelo de los 10 a los 12 años
En esta etapa el concepto de muerte se parece mucho a la noción que tenemos en la edad adulta y comprenden todas las dimensiones de la muerte.
Les ayuda que compartamos situaciones vividas parecidas. Podemos describirles los sentimientos que tenemos para que ellos puedan explorar los suyos, explicarles que la intensidad de las emociones irá disminuyendo poco a poco.
Ofreceremos a la persona la posibilidad de colaborar en los ritos funerarios para que pueda dar sentido a la realidad de la pérdida (anticipando lo que ocurrirá allí). Si el confinamiento continua, ofreceremos la posibilidad de participar en encuentros familiares a través de plataformas online (si estos se van a realizar) o llevar a cabo algún homenaje familiar (apartado 9). Aceptaremos siempre su decisión, tanto si quiere participar como si no quiere.
Es importante evitar frases que frenan la expresión emocional o que cargan con responsabilidades que no les corresponden como: “A tu madre no le hubiera gustado verte así”, “Ahora eres el hombre de la casa”, “Tus hermanos se fijan en ti”.
La expresión emocional, la comprensión y la validación siguen siendo imprescindibles y debemos intentar facilitársela: “Es normal que estés triste” “Yo también la echo mucho de menos”… pero se debe respetar si son reacios a hablar y buscar otro momento que estén más receptivos.
Es buen momento para enseñarles la importancia de valorar los recuerdos.
Hay que tener cuidado con no atosigarles, nos mantendremos cerca, dispuestos a escucharles, pero respetando si son reservados y necesitan mantener su parcela de intimidad.
En esta etapa aparecen las preocupaciones o las ideas en torno a su propia muerte y la curiosidad por los temas espirituales y religiosos.
Es necesario observar si ocurren emociones extremas, incapacidad para continuar con su vida, aislamiento, somatizaciones o cambios de conducta extremos, si es así, será necesario consultar a un/a especialista.
El proceso de duelo a partir de los 13 años hasta la adolescencia
Conocen y comprenden todas las dimensiones de la muerte y no necesitan explicaciones complejas. Si aparecen ideas extremas es necesario intentar moderar estos pensamientos con suavidad y afecto.
No debemos posponer la noticia ni anteponer a otras personas en la comunicación de la misma, tenemos que contarles la verdad y compartir nuestras experiencias y sentimientos cuando esté disponible para escuchar.
Pueden participar en todos los ritos de despedida, debemos valorar su opinión y, si quieren, pueden tener un papel protagonista.
Como en la etapa anterior, facilitar la expresión emocional, minimizar los cambios y evitar pedirles ayuda en nuestras responsabilidades. Es un momento en el que pueden reaccionar con conductas de riesgo y puede que necesiten espacio para poder expresarse.
En este periodo pueden tener reacciones parecidas a las de los adultos: tristeza, ansiedad, somatización, bajada de rendimiento, dificultad de concentración, sensación de incomprensión…
Estaremos atentos si las siguientes reacciones se mantiene en el tiempo: incapacidad para volver a su ritmo académico o a actividades sociales, cambios de humor extremos, tristeza que les bloquea, exceso de responsabilidades, miedos o pensamientos recurrentes sobre la muerte, culpa y todo aquello que se mantenga en el tiempo y les puede estar limitando sus desarrollo.
Acompañamiento en el duelo a personas con discapacidad intelectual.
Debemos reflexionar sobre qué aspectos de las dimensiones de la muerte puede comprender la persona para poder seguir las recomendaciones que mejor se adecuen al momento evolutivo.
También nos puede ayudar tener en cuenta las 8 dimensiones que Schalock establece como guía. Estas son:
1. Bienestar emocional
Les contaremos la verdad y dejaremos que se expresen emocionalmente.Evitaremos expresiones que les dirijan a la fortaleza y a la valentía.
2. Bienestar material
Explicarles que van a tener un lugar acogedor donde vivir y que hay personas que los protegerán si lo necesitan.Preservar las rutinas y necesidades básicas.
Que elijan aquellos recuerdos materiales que quieren mantener.
3. Bienestar físico
Pueden aparecer síntomas físicos relacionados como la ansiedad.
Cuidar hábitos cotidianos de sueño, comida, ocio… las rutinas habituales que le den tranquilidad.
Si sigue un tratamiento farmacológico, es importante que no lo deje y lo supervise alguien.
4. Desarrollo personal
Conviene incluir el concepto de muerte, poco a poco, en el proceso de desarrollo de la persona.
Incluirles en el proceso de deterioro de las personas. Ayudarles a adaptarse a la nueva situación.
5. Inclusión
Se les incluirá en todo, igual que a otras personas adultas.
Se les invita a los ritos, que decidan si quieren ir.
Les acompañaremos en los homenajes y ritos funerarios.
Anticiparemos las fechas de aniversario y les preguntaremos su opinión.
Incluiremos a su médico de Atención Primaria en la información.
6. Derechos
A saber la verdad y ser tratados con normalidad.
A hacer preguntas y expresar o no sus emociones del modo que sea.
A entender la muerte.
A ser cuidados y atendidos.
7. Relaciones interpersonales
Necesitan estar con su familia y amigos, y ser escuchados.
Es necesario que reciban cariño.
8. Autodeterminación
Fomentar la autonomía y el autoconcepto y ayudarles en la toma de decisiones
Rituales de despedida
Los homenajes en familia pueden ayudar a la elaboración del duelo, además de ser una gran oportunidad para compartir el recuerdo del ser querido y hacer algo especial en su memoria.
Algunas ideas que se pueden llevar a cabo son:
-Escribir una carta con algunas anécdotas, recuerdos o sencillamente expresando nuestros sentimientos.
-Escribir una poesía o una canción.
-Hacer un dibujo.
-Elaborar una caja de recuerdos: se elige una caja entre todos, se puede decorar, y escogemos objetos que nos recuerden a la persona fallecida: un adorno que llevara, una foto… Se mete todo en la caja y cuando lo necesitemos podemos utilizarla.
-Plantar un árbol o una planta en su honor.
-Visitar en su memoria algunos lugares que fueran especiales para esa persona.
-Elaborar un álbum de recuerdos: juntaremos fotografías de momentos especiales en los que hubiera participado la persona fallecida para mirar su contenido cuando lo necesitemos.
Bibliografía:
A. de Vicente Colomina (2009) Enséñame a decir adiós. Grupo Gesfomedia.
Fundación Mario Losantos del Campo. (2016) Hablemos de duelo. Manual práctico para abordar la muerte con niños y adolescentes. Madrid.
C. Poch, O. Herrero. (2003) La muerte y el duelo en el contexto educativo. Paidós.
Fuente: Raquel Simarro